Palabras vivas para otro final
Desde mi llegada a Granada tenía el compromiso de visitar la casa de verano de uno de nuestros maestros de la poesía española: Federico García Lorca. Casa que ahora se encuentra en un espacioso y bien cuidado jardín, y desde luego inmersa en una de las modernas zonas de la ciudad. Antaño este lugar había estado rodeado de vegetación silvestre y cultivos. Y claro está que nuestro amigo poeta debía recorrer algunos kilómetros para llegar a La Alhambra o al Albaycín. Actualmente la casa se encuentra amueblada con algunos objetos que pertenecieron a la familia García Lorca.
La sensación que se tiene, al saberse como visitante en el entonces espacio íntimo de García Lorca y observar sus dibujos y pinturas, es por demás emocionante. ¡Claro! Fue amigo de los grandes del surrealismo, por si alguna duda tenían de su relación amistosa con Salvador Dalí y Luis Buñuel. Según se dice que el Perro Andaluz de Buñuel tiene como transfondo algo más que una simple obra cinematográfica, al estar involucrado el ingenioso pintor.
He de confesarles que lo que me atrapó fue la cocina en la que nuestro poeta pasaba ratos escuchando a las señoras narrar sus historias que conocían de oídas o, si algunas tenían suerte, de haberlas vivido. Una típica cocina andaluza pero que por sus dimensiones y la estufa, bien me recuerda las cocinas mexicanas de nuestros abuelos. Se dice que en esa casa, el poeta escribió muchas de sus obras que, hoy por hoy, son reconocidas mundialmente como La casa de Bernalda Alba. Por desgracia, los inicios de la guerra civil española no le fueron favorables a nuestro poeta. Un día vinieron por él las milicias nacionalistas y nunca más se supo de su paradero. Se antoja la revelación de algunas de sus vivas palabras para otro final.
Soneto de la guirnalda de rosas
Entre lo que me quieres y te quiero,
Goza el fresco paisaje de mi herida,
Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,